domingo, 26 de octubre de 2008

Mi sobrino Dani

Un 24 de Junio de 1984, estaba viendo en la tele "Pelham, uno, dos, tres" cuando nos llamaron diciendo que mi hermana por fin, después de 48 horas en el hospital daba a luz. Era la una de la madrugada y fue la primera vez en la vida que me quedaba sola de noche.
Yo no puede verle hasta el día siguiente y cuando le vi tan bonito, me dieron ganas de llorar.
Ahí empezó mi tarea como tía y niñera a la vez.
En todos mis momentos de atención siempre digo lo mismo, que todas y cada una de las personas que menciono de mi familia, son únicas, especiales, que las llevo en mi corazón... pero es verdad, si uno no tiene esos sentimientos por la familia ¿por quién los va a tener? Es cierto que no todas las familias se llevan bien, pero este no es nuestro caso. Para mí ellos son lo principal. Dani es muy importante, él ha sido el conejillo de indias, primero nació el, luego mi sobrina y después mi hijo, así que con él experimentamos. El ha sido el primero en descubrir mundo. Cuando le hemos necesitado, ahí ha estado, siempre con su grado de positividad, siempre levantando el ánimo, siempre él, siempre Dani.
Ahora toca decirle lo mucho que le quiero, lo feliz que me hace que baile (parece que se confirma que lo del baile y el flamenco va en los genes), que a pesar de los problemas, disfrute de los buenos momentos. Y quiero pedirle que cuide mucho de mi hermana, que yo sé que, bajo esa fachada de optimismo y energía positiva, no está bien, está triste, necesita mucho cariño y un hijo es el que más cariño le puede dar a una madre y el que a la madre más le gusta recibir. Así que por todo lo que aprendemos de él, por su sinceridad, por su bondad, por lo que quiere a sus primos, y por un montón de cosas más, el momento de atención de la semana es para él. Y como aun no le he visto bailar, he imaginado que podría ser algo similar a esto:


domingo, 19 de octubre de 2008

Ella es María.



Vamos con el momento de atención de esta semana, es para mi sobrina María. Ella como se dice en el Sur tiene duende. Lo primero felicitarla por aprobar el teórico del carnet de conducir a la primera, está claro que todo lo que se propone lo consigue. En segundo lugar porque no conozco a otra muchacha que sea como ella, es única. Siempre pendiente de la familia, creo que lleva los genes de su tía Marisa, desde luego en eso a mí no se parece. Estoy super orgullosa de ella. Se la quiere con solo mirarla, con solo sentirla, con solo saber que está ahí. Se la quiere por como es y por lo que vale, su encanto es ilimitado. Estaría echándola piropos siempre. Nada en ella es negativo, todo es optimismo y buena voluntad.
Ella es mi sobrina y la quiero.

Si algún día tengo dinero, no sé si montaré una protectora de animales, una ONG, me iré a África en misión especial o me dedicaré a salvar pueblos, lo que si tengo claro es que, sea lo que sea, la embarcaría en mi aventura.


jueves, 16 de octubre de 2008

No hay derecho

Durante toda esta semana mogollón de ciudadanos saldrán a la calle a exigir que los gobiernos se dejen de promesas y cumplan los compromisos en materia de lucha contra la pobreza.
¿Por qué mueren tantas personas de hambre en el mundo?
¿Por qué mueren de sida?
¿Por qué no tienen acceso al agua potable?
¿Cuántas cajas de madera de menos de un metro de largo hay que fabricar para que esto termine?
Yo no sé dar una respuesta a todas estas preguntas. ¿Alguien puede hacerlo?
No voy a dar datos de la gente que muere por inanición, eso lo ofrece, por ejemplo Pobreza cero, no me voy a meter en política, aunque tenga mucho que ver, ni voy a convencer a la gente que se manifieste contra la pobreza. Yo sólo quiero que el hambre en el mundo se acabe. Cada cual que se movilice como quiera, que colabore como pueda. Pero los que tienen que hacer algo, ¡coño qué lo hagan! porque:
NO HAY DERECHO A ESTO:

domingo, 12 de octubre de 2008

Algo inesperado (II)



Javier me dice que estoy loca, que tengo que asentar la cabeza, dejarme de comeduras de tarro y centrarme. ¡Pamplinas! Yo no soy de esas que tienen que comportarse según se preste en cada ocasión, ¡uff que rollo! No soy mujer de un solo hombre, llevo preservativos en el bolso, tengo un consolador en el cajón de la mesilla, me gusta hacer tonterías, que me agarren del cuello mientras me besan, que me hagan cosquillas para dormirme, que me lean cuentos, ir al aeropuerto a contemplar los aviones, las películas de amor al estilo del Diario de Noa. No espero a que un tío se interese por mí, ni que me vaya a buscar a casa, ni que me mande flores, ni que me regale joyas. Y Javier ¿cómo me puede decir esto? ¡Si a todos los chicos con los que salgo, les tira los tejos!


Después de escuchar el último mensaje que me habían dejado en el contestador me fui a casa de Javier, necesitaba contárselo a alguien. Cuando llegué me abrió la puerta Manuel.

-Hola, ¿tú debes de ser...?

-Sara, soy amiga de Javi. Y ¿tú quien eres? -pregunté.

-Manuel, un primo lejano. He venido a pasar unos días.

-¿Por trabajo?

-Si, bueno, no exactamente.

-Entiendo, no te preocupes, no hace falta que me lo cuentes. Déjalo.

Javier salió de la ducha, a recibirme, desnudo, le miré pero el no pareció inmutarse. Me senté en el sofá y encendí un cigarrillo. Manuel me ofreció un café. Acepté. Se sentó a mi lado y empezó a hablarme de su escapada a Madrid.

-He venido a pasar unos días con Javier, ni por trabajo, ni vacaciones, simplemente por placer.

-¿Por placer? -pregunté sorprendida.

-Sí, conocí a Javier el año pasado en una exposición en Barcelona y tuvimos una relación intensa, decidimos que nuestro próximo encuentro sería en Madrid y así ha sido.
-Pero entonces, lo del primo ¿qué es para despistar?
-No, eso es cierto, primos segundos o terceros, no sé pero somos familia -contestó acercándose la taza de café a los labios.
-Y ¿que pensáis hacer hoy? -pregunté- no contaba con tu presencia.

Manuel soltó la taza, abrió el periódico por la cartelera y llamó a Javier.

-¿Me has llamado? -preguntó histérico.
-Sí, -contestó Manuel- hay películas muy buenas en cartel.

Javier se sentó a mi lado, aun no se había vestido, pero se había enrollado una toalla en la cintura. Le había visto desnudo un montón de veces, pero, nunca me había llamado la atención lo guapo que era, su pelo rubio rizado, sus ojos azules, su barba de tres días, su hoyuelo en la barbilla, esos dientes blancos, perfectos, su cuello generoso, su pecho musculado, sus brazos espléndidos, su culo apretado, con una depilación impecable. Las manos suaves, con unos dedos largos y finos, su pene en estado de reposo, indefinido. Todo en el era sensacional, excepto su homosexualidad. Eso es lo que hacía que no fuese más que un amigo. Manuel también era guapísimo, pelo castaño oscuro, ojos marrones, super varonil, muy alto, delgado y algo robusto, una sonrisa especial y un culo en su sitio. Me levanté y fui a la cocina a dejar las tazas de café. Javier me acompañó.


-¿Es tu nuevo ligue? -le pregunté.
-Sí, -asintió- ¿a qué es mono?
-La verdad es que está como un queso.
-Pues nena, contente, porque yo le vi primero.
-¿Por quién me has tomado? Nunca te quitaría un novio, soy tu amiga -inquirí alborotándole el pelo con la mano que tenía sin guante de fregar.
-Anda ven, dame un abrazo-dijo Javier-ya sé que tu no harías nada de eso.

Me acerqué a él, le miré a los ojos y en el instante que nos íbamos a abrazar, me envolvió el olor, aquel magnífico olor. Me aparté de un brinco, fui hacía el salón, cogí el bolso, y me marché sin decir adiós.

Corrí, hacía ningún lugar definido, no sabía donde ir, ni sabía que pensar, el mejor polvo de toda mi vida, el momento más erótico en mucho tiempo y tenía que ser con mi amigo Javier. Su aroma lo decía todo, era el mismo olor que impregnó mis sentidos en el octavo piso y en el parque. Era él y le deseaba, ¡cómo no me había dado cuenta antes! Estuve un rato caminando entre la gente, aunque era catorce de septiembre y no hacía calor, yo estaba a punto de asfixiarme. Necesitaba ir a casa y darme una ducha. Abrí el portal y llamé al ascensor, se abrieron las puertas y allí estaba él. Entré y pulsé el décimo, se produjo un silencio, nos miramos, me cogió del cuello y me besó, con fuerza, con ansia, con desesperación. Llegamos a la planta décima, salimos del ascensor sin dejar de besarnos, me desabrochó la camisa, con habilidad, con descaro. Como pude saqué las llaves, abrí la puerta, él cerró de una patada. Busqué su cinturón pero no llevaba, estaba borracha, aquel olor me volvía loca. Me quitó la falda y me arrancó el tanga, se quitó el jersey. Me besó el cuello y puso sus labios en mis pechos. Deslizó su lengua por mi cuerpo, arriba y abajo, cuando estábamos completamente desnudos me quitó la pinza que sostenía el cabello, cayendo hacía mis hombros, lo apartó hacía un lado, dejando la parte derecha de mi cuello libre para el calor de sus besos. Notaba su virilidad en mi vientre, duro y ardiendo. Me separó las piernas, sus dedos buscaban lo que yo ansiaba que me frotara despacio, jamás había sentido tanto placer, pero necesitaba que me poseyera como en el parque. Me apoyó contra la pared, miré para otro lado y lo noté, sus movimientos salvajes me hacían enloquecer, con su miembro incrustado en mis entrañas, me llevó a la cama, y allí terminamos con suma ternura, lo que comenzó con furia.

Después de unas horas de orgasmos continuos, un fuerte dolor de estómago me avisó que no había comido, pero antes de levantarme de la cama me interesé por el perfume.
-Ese aroma, ¿de dónde lo has sacado?
-Es un perfume afrodisíaco de Manuel.
-¿Cómo? ¿No es tuyo? -pregunté indignada.
-No, me lo eché ayer cuando salí de la ducha para probar, pero creo que lo voy a coger por costumbre.
-Entonces, ¿desde cuándo está aquí Manuel?
-Desde hace dos días.


viernes, 10 de octubre de 2008

Querida Hermana

La mujercilla del mantón azul cielo, es Marisa (mi hermana). Desde que era una cría le ha gustado el flamenco, como a todos en la familia, será que lo llevamos en la sangre, mi madre de Córdoba mi padre también. A mi con un año y medio, me vistieron de gitanillo, aunque todavía no se había despertado en mí las ansias por el baile. Pero mi hermana, con diecisiete años, ya hacía sus pinitos por la feria de abril en Sevilla. La mayor, como la llamaba mi hermano, igual te hace reír que llorar, parece fuerte pero, es sensible y mágica. Hoy el momento de atención es para ella, porque está pasando por un mal momento, porque no se puede ser más graciosa, ni más simpática, ni más loca, ni más cariñosa, siempre pendiente de la familia, siempre pendiente de todos, siempre pendiente de la mama, siempre tan generosa, siempre tan auténtica. Por hacer de su hijo un gran muchacho. Necesito que se cuide (aunque sé de sobra que en eso su marido ayuda mucho) que no se ponga mala, que esté siempre ahí, todos la necesitamos.
Es el alma de la fiesta.
Así que putilla (yo la llamo así cariñosamente como a mi gata) nos tenemos que bailar una alegrías próximamente María, tu y yo, en honor al hermano, el sería muy feliz si nos pudiera ver bailar flamenco a las tres juntas.




miércoles, 8 de octubre de 2008

Gran poeta chileno


El hombre de la foto, es Julio Espinosa Guerra, poeta chileno que nació en 1974. Reside en España desde marzo de 2001. Ha publicado los libros de poesía La soledad del encuentro (Mosquito, 1999), Las metamorfosis de un animal sin paraíso (El árbol espiral, 2004, Premio Villa de Leganés, ), además de la novela El día que fue ayer (Mago Editores, 2006 / Semifinalista del premio Herralde 2005). Imparte clases en la escuela de escritores.com. Gran escritor y una estupenda persona, tuve el honor de tenerle como profesor hace tres años en el taller literario al que voy los viernes y disfruté mucho durante ese curso. Nos enseñó a ver que con la poesía se puede decir mucho más que con simples palabras. Yo hasta ese año había escrito muy pocos poemas, ninguno que mereciera la pena. Nos dio una clase de poesía, tan entrañable, que no creo que la pueda olvidar nunca. En estos talleres se aprende mucho, no solo a crear literatura, sino a enfrentarse al papel en blanco, a perder la vergüenza cuando hay que leer, a adaptarse a unas normas y a unos registros, a criticar, a recibir criticas, a compartir gustos, etc... Además con la crisis no me puedo permitir pagarme una escuela de letras, o un taller literario como Fuentetaja, así que voy a éste taller que es mas barato, está cerca de casa y para mí es más que suficiente.
Y hablando de crisis....


lunes, 6 de octubre de 2008

Al rico caracol

Me gusta cocinar, para personas que saben apreciar lo exquisito. Me cuesta mucho hacerlo para gente que no sabe comer o que no les gusta probar los alimentos. Una de esas personas es mi madre, que además de comer cuatro cosas, las tiene que hacer ella. Lo que no sé es como he aprendido yo a comer tan bien. Creo que, excepto la asadura, los sesos y los caracoles, me gusta todo. Como es tiempo de setas ayer el padre de un amigo fue a por ellas y me dio unas poquitas, ¡me encantan! Una cazuelita de Boletus con gambas, ajito, aceite de oliva y una pizca de guindilla. ¡Riquísimas! Un plato tan sencillo y tan sabroso. Antes he dicho que no me gustan los caracoles, las babas me dan asco, aunque sé que cuando te los comes ya no tienen, las expulsan al hervir, pero me da igual, me dan asco.
Un día fuimos a pasar el fin de semana a casa de unos amigos y me tocó hacer los dichosos caracoles.... Yo se los había visto a hacer a mi madre un montón de veces, pero era pequeña y solo me fijé en la salsa, el ritual del principio creo que me lo perdí.
-¿Tú sabes hacer caracoles?-preguntó Olga.
-Sí, claro -contesté convencida.
-¡Ah!, bien, porque Goyo ha cogido un cubo entero y yo no se ni como se lavan.
-No te preocupes, yo los hago.
Olga sacó el cubo, nos pusimos a lavarlos con sal, venga a soltar babas y babas. Cuando ya vimos que no soltaban tantas, los metimos en un cazuela para cocerlos. Empezaron a hervir y a soltar el agua verde, quitamos ese agua y echamos otra, así hasta que empezó a salir el agua limpia. Después hicimos la salsa con chorizo, jamón, cebollita, ajo, perejil, unas hojas de laurel, vino blanco, una cayena, una pizca de harina y añadimos los caracoles, los dejamos que se tomaran de la salsa, y los servimos. Olían que te cagas, pero yo no pensaba comérmelos. Goyo que estaba ansioso empezó el primero.
-¡Qué bien huelen!
Cogió el primero, con un palillo sacó el bicho y se lo metió en la boca. Todos estábamos esperando a ver que decía, pero cada vez que masticaba se oía un cronch, cronch,cronch.
-Están buenos, pero parece que tienen tierra.
Todos lo habíamos oído, claro que tenían tierra. Olga cogió el siguiente.
-Esto no se puede comer -dijo sacándose el bicho de la boca.
-No seas exagerada, tienen como arenilla, pero están ricos-dijo Goyo con la boca llena.
-¿Estas segura que se hacen así? -preguntó Olga.
-Si, por lo menos así los hace mi madre -contesté.
No conforme con el guiso que había preparado, llamé a mi madre.
-Hola mama, ¿tú antes de cocinar los caracoles haces algo?
-Los lavo hija -contestó.
-Ya mama, eso ya, me refiero antes de lavarlos.
-No, los que compras en el mercado vienen limpios -dijo.
-Estos no son comprados, los ha cogido Goyo esta mañana, ¿qué pasa que son diferentes? -pregunté algo preocupada ya que Goyo se había comida toda la cazuela.
-Claro los que se cogen en el campo hay que dejarlos en harina para que suelten toda la tierra que comen, ¿no me digas que los has hecho sin tenerlos en harina?
-Yo que sabía, a mí me ha dicho Olga que los guisara y los he guisado. ¡Qué coño voy a saber que tienen que cagar antes!


domingo, 5 de octubre de 2008

Ni una lágrima más



Hay momentos en la vida que dan ganas de huir, dejarlo todo y abandonar. Me levanto más cansada que me acuesto, pero me levanto, hago un pis, me miro al espejo, ¡vaya cara! Me ha salido un nuevo grano en la mejilla y tengo una nueva cana. Pongo el café en la lumbre y un cacito con leche, la caliento un pelín, lo suficiente para que me lo pueda tomar de un trago, antes lo acompañaba con galletas, ahora por el puto colesterol, ni siquiera eso. Echo de menos la manteca colorá, ¡qué buena! Claro que ya ni probarla. Voy a la ducha, no sale el agua caliente, llevo tres años con la caldera rota, pero no hay manera de comprar una nueva. Odio el agua fría en invierno, me seco el pelo, tapo lo granos con maquillaje, me pinto los ojos y los labios, me pongo unos vaqueros, un jersey rojo de cuello alto, sin mangas y unos zapatos planos, me salpico con unas gotas de perfume. Pongo la correa al perro y cojo la bolsa de basura. Bajo los tres pisos deprisa, muy deprisa, porque el perro se mea, agarro el pomo y al tirar me quedo con él en la mano, con tanta espera el perro se orina en mi pierna, ¡me cago en la puta! El camión de la basura se va, yo sin poder abrir la puerta. ¡Genial! Baja una vecina, me pone mala cara, todo el suelo perdido de pis. Sonrío, pero ella ni se inmuta. Después de un cuarto de hora conseguimos abrir, dejo la basura en el portal y me voy con el perro, tras un largo recorrido, regreso a casa con la bolsa. Cojo la fregona y bajo al portal a limpiar el orín. Me cambio de ropa, riego los tiestos, echo de comer al perro y me voy al trabajo dejando a mi marido y a mi hijo en la cama. Una vez allí, me está esperando un cliente, al poco de reunirme con él me suena el móvil, ¡no me lo puedo creer! La tutora del niño, que si no ha ido a clase a primera hora, que si ayer se fue a la hora del recreo y ya no regresó, que si ha empezado muy mal el curso.... que si es rebelde...que hable con él...que bla, bla, bla ¡me cago en la puta! y el cliente esperando....cuelgo el móvil y sigo atendiéndole encabronada. Llegan las tres de la tarde, me llama mi marido echo un histérico: que donde está el niño, que aun no ha llegado a comer, que si hace lo que le da la gana, que tú tienes la culpa....¡Hasta las narices, estoy hasta las narices! Llego a casa a las ocho y media de la noche, no hay nadie, bueno sí, el perro. Las camas patas arriba, orines en el pasillo, el perro desesperado por salir, la cena sin preparar, los cacharros de la comida sin fregar....mi suegra llamando al móvil y mi madre al fijo. Cojo primero el fijo y dejo que suene el móvil. Termino de hablar con mi madre y llamo a mi suegra. Mientras hablo con ella, dirijo la mirada hacía el sofá, cuelgo y voy hacia donde mis ojos me guían. Allí, entre el respaldo y el asiento se esconde un condón, sin más lo cojo con un clinex y lo tiro a la basura. Ya son las nueve de la noche. Mi marido sigue sin venir. Hago las tareas pendientes y me pongo a cenar sola, bueno no, con el perro. A las once, llega el niño, le pongo la cena y sigo recogiendo. Es la una de la mañana y estoy rota y mi marido sin venir. Esto es un día más o menos normal, los hay peores y también mejores. Hace tiempo, me ponía a llorar, lágrimas y más lágrimas ¿para qué? Desahogo quizás. Ahora me lo tomo a risa, ni una lágrima más. Así que me acuesto esperando que cuando llegue mi marido no esté demasiado borracho y no se haya jugado demasiado dinero al pocker.


viernes, 3 de octubre de 2008

El hermano



Hoy el momento de atención es para mi querido hermano, porque le siento muy cerca de mí, aunque esté lejos, por quererme, por compartir mis gustos y aficiones, por protegerme desde que era pequeña, por darme fuerzas en los momentos difíciles, por ser tan sensible, tan cariñoso, tan bueno, tan guapo, tan.....nunca me cansaría de decirle cosas bonitas, porque todo en él es guay.

TE ECHO MUCHO DE MENOS





jueves, 2 de octubre de 2008

En tu ausencia

"Una leve mancha escarlata

acaricia mis mejillas al nombrarte

y un potente cosquilleo

atraviesa mi pecho al verte.

Tan solo unas palabras

mal sostenidas

nos mantienen vivos..."


En tu ausencia, empecé a escribir estos versos, esperando que un día te volviera a encontrar, y lo he hecho, te he encontrado, pero ya no quiero terminar el poema, ya no, así no...

Lo que comenzó siendo la historia de amor más bonita jamás contada no tiene un final feliz, al menos para mí.

Amanda era una mujer guapa, unos treinta años, ni uno más ni uno menos, treinta. Poseía una belleza especial, pero lo más especial era su sonrisa, siempre feliz, siempre riendo. Oliver, era un tipo interesante, con pinta de intelectual, sus gafas, su sonrisa pícara, su pelo a caracolillos,
su cuerpo desgarbado y los cordones de los zapatos siempre desatados, le caracterizaban. Amanda trabajaba en una clínica veterinaria y él llevaba allí a su perrilla Luna, una preciosa cocker negra. Llevaban tiempo viéndose, habían tomado café, se habían reído e incluso Amanda le había presentado a su marido.



Un día Luna se puso muy mala y Oliver la llevó a que la examinara Amanda.

-¿Qué tiene? -le preguntó.

-Es pronto, para saberlo -contestó en un tono alarmante -le voy a hacer unas pruebas para descartar que tenga Leishmania. La tendrás que dejar aquí, tengo que ponerla suero y voy a hacerla un análisis de sangre. Cuando sepa algo te llamo. Ahora vete.

-Vale me voy, porque se que la dejo en buenas manos -dijo mientras acercaba su boca a la de ella.

Amanda retiró, la cara, cogió a Luna y salió de la habitación, para llevarla al que sería, durante algunos días su nuevo hogar. Cuando volvió a donde había dejado a Oliver, ya se había marchado.

Al día siguiente era San Nicolás y Oliver no pudo esperar la llamada de Amanda y se presentó en la clínica con un ramo de rosas.

Al verse, sobraron las palabras, Oliver no pudo resistirse por más tiempo, soltó el ramo, se acerco a ella y la besó, ella le devolvió el beso. Y ahí empezó su historia de amor, se veían a escondidas, cualquier lugar era bueno para estar juntos, para acariciarse, para amarse. Incluso imaginaban como sería una vida juntos, ella sin su marido y viviendo con él. Y así estuvieron muchos meses, hasta que un día ella, empezó a encontrarse mal y tuvo que visitar al médico, allí la diagnosticaron una enfermedad en el útero, muy contagiosa. Había que operar y después nada de sexo en mucho tiempo. Amanda no podía decirle a Oliver la verdad y se fue distanciando, ya no se veían habitualmente, siempre Amanda tenía una excusa para aplazar las citas, hasta que un día tomó la decisión de contarle lo que ocurría.

-Voy a ser sincera y no me voy a andar con rodeos. Siempre me has dicho que si algún día te dejaba que fuera por mi marido, pero nunca por otro. Pues bien, vuelvo con mi marido. No puedo volver a verte. Te quiero, pero te tengo que olvidar. No me intentes convencer, porque esta es mi última palabra.

Amanda salió del bar corriendo, Oliver la siguió gritando, pero no puedo alcanzarla. Esa fue la última vez que se vieron.

Han pasado muchos años y no ha habido un solo día que no me acuerde de ti. Te he llamado al trabajo, te he mandado mensajes al móvil, correos, y cuando consigo hablar contigo tú ni siquieras sabes quien soy. Ahora sé que tengo que olvidarte, que formas parte de mi pasado, un pasado inolvidable. Has formado una familia y eres feliz, toca la hora de retirarse para siempre.