viernes, 28 de febrero de 2014

La nada extensa

 

Dicen las lenguas flojas,
las malas y las buenas,
las indiferentes y las que conozco,
las ignorantes, las sueltas,
las azules y las moradas,
que eres hielo en horas de oficina
y un cargo de conciencia el resto del tiempo.
Hay quien cuenta
que tu pulso se congeló
al oír los tientos de la soledad,
que los besos blandos
sonríen al compás de tu memoria,
que los encuentros no vividos aún,
son manchas indelebles.
Y de pronto
un claro a lo lejos,
un punto difuminado
en medio de la nada extensa le conoces,
y así comenzó todo.
 
  
 

domingo, 23 de febrero de 2014

Los géneros narrativos: el cuento y la novela



Hasta ahora se ha hablado del narrador, o sea, de aquel que cuenta la historia, y del estilo, es decir, de cómo está contada. Ahora se especificarán las variaciones que se establecen entre los dos grandes géneros narrativos: El cuento y la novela.

El cuento:

Durante mucho tiempo, la palabra “cuento” definía las fábulas orales y escritos destinados a los más pequeños. La palabra “relato” por otra parte se refería a la narración corta destinada al lector adulto. Hoy se utilizan los dos términos –relato corto y cuento- para designar lo mismo, aunque conviene aclararlo, ya que, aún hoy el término “cuento” sigue prestándose a confusión. Aquí hemos elegido el término “cuento” para definir la narración corta; de hecho, a veces empleamos la palabra “relato” referida a una narración en general, al igual, que utilizamos “texto” o “historia”
Las definiciones del cuento, que han ido variando a lo largo de los siglos, son en la actualidad muy variadas; no podía ser de otra forma tratándose de un género tan antiguo, que tiene sus raíces en la tradición oral, y que procede de regiones geográficas tan diversas.
El cuento es breve, intenso e incisivo; profundiza en un solo punto, ahondando en la historia; es un torrente de aguas rápidas y sin remansos, aguas que llevan al lector casi en volandas hasta el final del relato. En cambio, la novela es un río en el que confluyen otros afluentes –tramas complementarias y personajes secundarios- que nos permiten variar el ritmo, movernos con mayor libertad.
En un relato nada sobra, los ornamentos estarían de más. El cuento es una línea ascendente y todos sus elementos colaboran entre sí para formar un crescendo hasta el desenlace, que debe constituir una descarga de energía continua a lo largo del relato. Cuando esa maquinaria funciona, entonces el relato posee una capacidad de “succión” sobre el lector.
Esa captación absoluta de la atención del lector no se puede conseguir a lo largo de doscientas páginas, pero si en cinco, en diez o en quince. Gran parte del éxito del cuento depende de las aptitudes narrativas de cada uno, pero hay también una parte de oficio en el arte de escribir cuentos.

La estructura del cuento
Dos características dan al cuento esa capacidad de imán al lector:

-Unidad

-Intensidad

 La unidad

 “El cuento se caracteriza por la unidad de impresión que produce en el lector; puede ser leído de una sola sentada; cada palabra contribuye al efecto que el escrito previamente se ha propuesto, y ese efecto debe ya prepararse desde la primera fase y graduarse hasta el final; cuando llega a su punto culminante el cuento debe terminar, sólo deben aparecer personajes que sean necesarios para provocar el efecto deseado” Edgar Allan Poe.
En el relato solo cabe una historia. La mirada del lector se centra en unos personajes desde el principio y la tensión gira alrededor de un solo conflicto.
De esa unidad se encarga también el narrador: mantener un mismo tono durante todo el relato ayuda a crear esa atmósfera que solidifica, que une entre sí toda la narración.
La narración corta se desarrolla con una sola voz que todo lo cohesiona en el espacio del relato, en esa atmósfera única, cerrada y redonda.
El ritmo único es también imprescindible para conseguir la unidad.

En palabras de Truman Capote:

“Un cuento puede ser arruinado por un ritmo defectuoso en una oración –especialmente al final- o por un error en la división de los párrafos y hasta en la puntuación”

 La intensidad

La esencia del cuento es la intensidad. En un buen cuento, todo está concentrado; no sólo se han eliminado personajes o tramos laterales, sino también aquello que resulta accesorio.
Se puede decir que lo accesorio en el cuento es todo aquello que no está al servicio de la historia, que no sirve para caracterizar a los personajes o para desarrollar la acción.
Una de las palabras clave que debemos tener en la menta al escribir narraciones cortas es “seleccionar” una palabra con forma de tijeras.
Omitir es otra de las leyes que rigen los buenos relatos: no contarlo todo es una forma de seducción. Pues uno seduce al lector con sugerencias, enseña una parte y guarda otra que el lector reconstruye en su imaginación y, eso también forma parte de la selección.
Omitir no significa oscurecer el cuento, ya que, si mutilamos datos esenciales de la historia, ésta no se entiende. Cuando leemos un buen relato, la trama está clara en nuestra mente: sabemos lo que ha sucedido en ese breve e intenso espacio del cuento y, sin embargo, algunos de esos sucesos no se nos han contado de una forma directa. Eso es debido a que alguno de ellos pertenece a la historia oculta.
Se dice que en el cuento fluyen siempre dos historias:
Una, la anécdota de lo que se nos cuenta.
Dos, la invisible, la cifrada.
El escritor de cuentos teje con dos hilos uno blanco y otro negro. El hilo blanco –la historia 1- suele ser lo cotidiano, la anécdota, los días que se suceden, la historia evidente. El hilo negro –la historia 2- es lo secreto que se teje bajo la superficie que está hilado por esas pequeñas cosas que nos inquietan en medio de lo cotidiano.
La historia que  importa, aquella que quiere referirnos el escritor, la historia 2, se cuenta de forma cifrada entre los intersticios de la historia evidente, de la historia 1.
La tensión en el cuento va in crescendo desde el principio, es una línea ascendente en intensidad, de tal forma que el desenlace debe ser una descarga de energía contenida.
El efecto sorpresa se produce cuando el final de la historia secreta aparece en la superficie.
En realidad lo que estamos haciendo es crear intriga en el lector.
El escritor tiene en sus manos la información y su estrategia debe consistir por un lado en entregar con parsimonia esa información y por otro crear estímulos, expectativas sobre la misma.
Tejer con dos hilos no es tarea fácil. Cada uno está fabricado de un metal distinto: uno, solido y detallado; otro, sutil e invisible.

A continuación Ricardo Piglia analiza más detalladamente la tesis de las dos historias en el link de su artículo

RECURSOS Y JUEGOS LINGUISTICOS

La metáfora II:

Volvemos a la metáfora, a ese medio de “transportar” las palabras. Hablemos ahora de las relaciones de semejanza, y para ello hay que empezar recordando una de las definiciones de metáfora más comunes.
La metáfora designa un objeto mediante otro que tiene con el primero una relación de semejanza.
La metáfora es la transformación  de dos conceptos en algo nuevo, diferente.
La metáfora no se presta a clasificaciones cerradas a no ser que los mutilemos; asi que hemos escogido solo los casos más usuales de relación de semejanzas.

-Semejanza física entre dos términos
Cabellos de oro
Cabellos rubios= color amarillo
Oro= metal amarillo
El color amarillo establece la relación de semejanza física.

-Semejanza psicológica o espiritual entre dos términos
Es un tiburón de las finanzas

-Semejanza de comportamiento entre dos términos
La vejez es el crepúsculo de la vida
La semejanza se establece entre los dos términos por una similitud de comportamientos.
El crepúsculo es el final del día, y la vejez el final de la vida.

-Afinidad de valor
Marta es una alhaja.

Ejercicio

Buscar una metáfora de cada uno de los tipos de relación.

 LECTURAS RECOMENDADAS

La señora del perrito y otros cuentos (Antonio Chéjov)
Los muertos (del volumen Dublineses) (James Joyce)
El Sur (del volumen Ficciones) (Jorge Luis Borges)
Bestiario (del volumen Bestiario) (Julio Cortázar)

PROPUESTA DE EJERCICIO

Leer el relato del enlace de Roald Dhal “La subida al cielo” subrayar los puntos en los que aparece la historia 2. Analizar las actitudes que adoptan los personajes, las omisiones de las que se ha servido el narrador y los avisos de que “no todo es lo que parece”, o sea, todo lo que nos facilite los datos necesarios para reconstruir, al final, la historia del asesinato.
 

 

viernes, 14 de febrero de 2014

Siento


 
He vuelto a sentirlo
y siento como se afianza,
igual que una gota de aire
luchando por no caerse,
como una página vacía
jugando a ser la primera
o como los renglones inclinados
de un libro que no se vende.
Un beso limpio de intención
mueve las manecillas de un reloj muerto,
una caricia sincera
recoge las ausencias del vivir deprisa.
Ahora he vuelto a sentirlo
y siento como se relaja,
igual que la tierra que llega
después de un mala faena,
como el niño que ve la luz
tras largos momentos de inexistencia
o como las flores alegres saludan al crepúsculo
ahuyentando a los rayos del sol.
Y lo sigo sintiendo
y siento como se intensifica,
igual que una necesidad de olvidar sin hacerlo,
como un volcán a punto de derramar su ira,
o como el ascua que se arrima
y prende un corazón apagado.
El sexo sin prisas
calma las ansias insatisfechas,
palabras susurradas en un buen momento
modifican la trayectoria de lo que pudo ser.
Pero yo lo sigo sintiendo.
 
                                                        

domingo, 9 de febrero de 2014

El estilo. El uso del lenguaje II



 
Cuando la narración está bien desarrollada, uno no nota que el texto está dividido en párrafos; uno no nota nada está metido en la historia y ya está. Con los textos sucede lo mismo que con las catedrales góticas, con su estructura ingrávida, suspendida en el aire: uno no debe percibir su estructura sino deslizarse por ellos. Uno tiene que poder meterse en la historia de tal manera que toda esa arquitectura se vuelva invisible. Entonces el lector ya no ve palabras, ni frases, ni párrafos, ve personas, lugares, acciones, diálogos, vive dentro del relato. El texto parece espontáneamente fluido, navegable; el lector no tiene que hacer esfuerzos por seguir el hilo de la trama sino que se sumerge en ella. Una de las claves para dar vida a nuestro mundo de ficción, para hacerlo vivido es el detalle. El mundo que creemos debe ser “visible” a los ojos del lector, así que el escritor debe recrearlo a través de esos pequeños detalles que forman también el mundo real. En la vida real todo está lleno, plagado de detalles, de pequeñas cosas que perfilan lo que nos rodea. Para conseguir esa ficción vivida, verosímil, debemos construir nuestro mundo definiéndolo bien, particularizándolo, seleccionando esos detalles especiales que caracterizan un espacio, un personaje, una situación...
 
Hay que escribir detallando, concretando nuestro mundo de ficción. Pero no se trata de acumular detalles a la vista del lector como si montáramos un mercadillo repleto de pequeños objetos brillantes de cualquier procedencia; por el contrario, los detalles deben elegirse con cuidado. A menudo se necesita sólo un par de pinceladas para definir, por ejemplo, un personaje.
 
Con los espacios sucede lo mismo: al describir una habitación, por ejemplo, el escritor suele elegir aquellos detalles que definen, al mismo tiempo, al personaje que habita. Otras veces, la descripción  y la selección de esos detalles revelan atisbos del estado de ánimo del que narra, o de sus características psicológicas.
 
Nuestros espacios, nuestros personajes, deben respirar, atravesar el papel para tener la capacidad de sacarnos de la realidad. Esos pequeños y bien elegidos detalles son las piedrecillas blancas que vamos dejando cuidadosamente a lo largo del camino para que el lector nos siga.
 
Además de esos sutiles detalles, para hacer más vividos nuestros relatos también necesitamos mostrar a los personajes en acción.
 
Los adjetivos que definen los comportamientos o los estados de ánimos del personaje son abstractos. Debemos concretar como se encuentra el personaje exactamente. Verle en acción nos ayudará a crear ese “sueño” de veracidad, esa apariencia de realidad que necesitamos al escribir.
 
Mostrar a los personajes en acción apoya la verosimilitud y la plasticidad de la narración.
 
Esta última parte se ha analizado el detalle, a mostrar con hechos concretos los estados anímicos y la personalidad de los personajes; se ha intentado, en definitiva, que el escritor que se inicia huya de la abstracción, de las palabras grandilocuentes que no significan nada, precisamente por la amplitud de su significado: tristeza, felicidad, destino... El escritor novel tiende más a lo abstracto que a lo concreto, a decir que a mostrar; tal vez porque, cuando se empieza a escribir, el texto no está bien definido en la mente, el autor no lo “ve”.
 
Para evitar bloqueos: a la hora de crear, de inventar la historia, lo mejor e dejar volar la imaginación, no preocuparse en exceso de los problemas sintácticos ni de aspectos lingüísticos. Cuando uno tiene la historia ya “hecha”, comienza a verla, a saber qué es exactamente lo que quiere reflejar en ella, y es en ese momento, en el de la corrección, cuando el escritor debe asumir el control del texto, pulirlo, perfeccionarlo, “salir” de él y observarlo con objetividad.
 
Concretar, detallar, mostrar... construir, una narración plástica, vívida; sí, pero ello no quiere decir que no pueda utilizarse exposiciones generales o reflexiones abstractas sobre lo que se está narrando. Si lo concreto, lo pequeño, nos ayuda a reflejar lo abstracto, también a menudo ocurre lo contrario.
 
El escritor debe mantener un equilibrio entre lo general y lo concreto, de tal forma que, a la vez que consigue una narración plástica, sensorial, tampoco renuncie a la reflexión que dé un sentido, que “enfoque”, a lo que está contando. Definir ese equilibrio es difícil; pues, como ya se ha dicho otras veces, cada escritor es un mundo y asumirá ese equilibrio de una forma diferente. Debemos tenerlo en cuenta cuando leamos, fijándonos en qué medida combinan lo concreto y lo abstracto aquellos textos que más nos gusten. Entender el entramado de los maestros nos ayudará a la hora de elaborar nuestros escritos.
 
En cada frase hay que crear una expectativa que anuncie la frase siguiente y se resuelva en ella. Luis Landero
 
La raíz de todo el asunto se encuentra en el hecho de que, cuando un escritor es joven, siente de alguna manera que va a decir algo más bien tonto y obvio o un lugar común, y entonces trata de esconderlo bajo ornamentos barrocos, bajo palabras de escritores del siglo XVII; o si trata de ser moderno, hace lo contrario: inventa palabras continuamente o hace alusión a aeroplanos, a trenes, al teléfono o al telégrafo, puesto que se esfuerza para parecer moderno. Después, a medida que pasa el tiempo, uno siente que las ideas, buenas o malas, se deben expresar, simplemente, porque si se tiene una hay que intentar introducir esa idea o ese estado de ánimo en la cabeza del lector. Jorge Luis Borges.

RECURSOS Y JUEGOS LINGÜÍSTICOS

La metáfora:

La metáfora, como la comparación, asocia dos términos que presentan una relación de analogía: uno es real, el otro imaginario; pero la metáfora suprime la comparación directa, el “como”, el intermediario y recurre a la alegoría.
 
La metáfora no es simplemente una comparación a la que se le ha suprimido el término gramatical de relación; la metáfora va mucho más allá.
 
Nuestras emociones son abstractas, imprecisas, reacias a tomar forma en la mente. La sensibilidad del lector añadirá a esa aleación entre dos términos todo lo que su sensibilidad, sus recuerdos y su percepción le permitan: la metáfora es una puerta abierta a la evocación del lector.
 
La metáfora nace para luchar contra las fronteras del lenguaje, para subsanar nuestra incapacidad lingüística a la hora de nombrar lo abstracto.
 
Así que podemos decir que la metáfora es el medio de transporte de las palabras, que sirve para cruzar las fronteras de lo inexpresable y que, por tanto, es un mecanismo que nos permite expandir el territorio de lo comunicable.

Ejercicio
En un taller de escritura un grupo de niños escribió las siguiente metáforas a una serie de palabras.
El carnaval
Una bicicleta sin manubrio de todos los colores
La lluvia
El susto de los gatos
La verdad
Un reloj dando las doce en punto
La mentira
Un saco con los bolsillos rotos
La muerte.
Una cosa sin puertas
La abuela
Un árbol perdiendo las hojas.
La selva
Un león alegre
Al igual que hicieron esos niños, dejar volar la imaginación e inventar metáforas con las siguientes palabras:
-El mar
-La tristeza
-La alegría
-La noche
-La luna
-El inverno
-La tormenta

LECTURAS RECOMENDADAS

LA PROSA ( Enrique Anderson Imbert)
POETICA (Aristóteles)
EJERCICIOS DE ESTILO (Raymond Queneau)
ESCRITORES ANTE EL ESPEJO (Anthony Percival)

PROPUESTA DE EJERCICIO

Describir a una persona de su entorno: no sólo cómo es física y psicológicamente, sino a través de sus gestos (su forma de mover la cabeza, de mirar, de hablar, etc.) Una vez hecha esa descripción, subraye los detalles del personaje que le parezcan más importantes, aquellos que mejor lo definen y caracterizan. Luego reescribir la descripción en un sólo párrafo, utilizando únicamente los detalles que ha escogido.
Haga lo mismo con una parte de su casa (dormitorio, salón...): descríbala detalladamente, y después elegir  sólo los rasgos que, a su entender, son los que mejor reflejan y personalizan ese espacio. Reescribirlo, como en el ejercicio anterior, en un sólo párrafo.