domingo, 1 de abril de 2018

Los sentidos en la literatura


El olfato: Es el sentido que más penetra en  la memoria; su capacidad de evocación no puede compararse a ningún otro.
Esa cualidad física que posee el sentido del olfato, es decir, el hecho de estar ligado tan íntimamente a los lazos de la memoria, puede ayudarnos cuando necesitemos que el personaje, desde un punto de vista narrativo, vuelva hacia atrás.
El olfato está muy vinculado a nuestra memoria y, sin embargo, su conexión con el lenguaje es muy frágil. Si describir las sensaciones ha sido siempre difícil, transmitir un olor podría considerarse una “prueba de fuego” para el escritor. Por eso se le ha llamado el “sentido mudo” porque para ser descrito, precisa de un espejo en el que reflejarse. La comparación es la mejor forma de convocarlo: dulce, agrio, delicioso, afrutado, son términos que se reflejan en otros campos sensoriales, sobre todo es el del gusto, con el que el del olfato se solapa. El gusto como hemos dicho, es el bastón preferido del olor.
Otras veces la definición de olor depende de cómo nos sentimos ante él: asfixiante, nauseabundo, inmundo, hipnótico, excitante, agradable, profundo, refrescante, por último hay que tener en cuenta una ley física que el sentido del olfato cumple para no caer en la falta de verosimilitud cuando pasa un cierto período de tiempo dejamos de percibir el olor, ya que nuestro olfato tiene la capacidad de adaptarse a él.
La vista: El sentido de la vista es el que tenemos más desarrollado, hasta el punto de que disminuye la capacidad perceptiva de los otros sentidos; por eso, para oler, escuchar y tocar, acostumbramos a cerrar los ojos.
Si el olfato es el “sentido mudo” la vista es el “sentido inabarcable” Los ojos son nuestro principal contacto con el mundo y, sin embargo, cuando vemos no lo miramos todo sino que fijamos nuestra atención sólo en algunos detalles que luego serán los únicos que recordaremos. Como es lógico, el enlace entre el lenguaje y el sentido de la vista es mucho más sólido que el mantenido con los demás sentidos, y, en la mayoría de las cosas, la vista acompaña a la descripción del olor, del sonido, del tacto y del sabor.
El recurso asociado al sentido de la vista es el de la Sinécdoque: Tomar la parte por el todo.
La sinécdoque transfiere el significado de una palabra a otra, es un transportador de significados, como la metáfora, con la diferencia de que la sinécdoque mantiene entre los dos términos una relación de inclusión, es decir, que uno de los miembros es de mayor extensión que el otro.
El oído: La onomatopeya, la metáfora y la prefiguración  son los recursos esenciales para fondo sonoro a nuestro mundo de ficción.
La onomatopeya: Rasgar, zigzaguear, murmurar, arrullar, chapotear…son vocablos que imitan el sonido de las acciones que designan. Las palabras onomatopéyicas han sido utilizadas desde siempre por el lenguaje para transmitir el sonido de la realidad.
La metáfora: Otras veces, el sonido cumple una de las funciones especiales relacionadas con los personajes: reflejar su estado de ánimo. El sonido, entonces, se convierte en metáfora, y el uso de las palabras onomatopéyicas resalta el dibujo de su espacio sonoro.
La prefiguración: Otra forma de utilizar el sonido es la prefiguración aliada indiscutible de la intriga, que consiste en crear imágenes que no desvelen al final, pero sí nos previenen nos insinúan lo que va a suceder.
El gusto: La pena es “amarga” la felicidad es “dulce” y hablamos de una victoria “agridulce” cuando para lograrlo ha sido necesario perder algo de valor. El lenguaje cotidiano ha encontrado metáforas en el campo semántico del gusto, y sus adjetivos nos han servido para calificar nuestras sensaciones alegres o tristes. Las escenas gastronómicas han servido a menudo para escenificar literariamente los conflictos entre los personajes, exactamente del mismo modo que sucede en la vida real.
El tacto: Sentimos el mundo a través de la piel, una envoltura que nos recubre, nos protege del mundo como una burbuja, pero también nos conecta a él. Los amantes lo saben, porque las manos son los ojos del deseo sexual; tocar y ser tocado es nuestra forma más ancestral de comunicación. Tocar demuestra confianza y por eso somos incapaces de tocar a determinadas personas: una de las normas sociales de Occidente dice que tocar a un desconocido es una falta de respeto.

RECURSOS Y JUEGOS LINGÜÍSTICOS
La sinestesia: La unión de los sentidos
Sinestesia, es la unión de palabras que pertenecen a distintos dominios sensoriales y que, al unirse, consiguen una sola impresión sensorial. Esta asociación de palabras se realiza por medios de dos procedimientos: la comparación y la metáfora.
Empleamos la sinestesia en el lenguaje cotidiano cuando hablamos por ejemplo de “celos fríos” o de “sonidos agudos” “color” pertenece al dominio sensorial de la vista, “frío” al del tacto y al unirlos conseguimos dar al color una sensación nueva, táctil. Lo mismo sucede cuando nos referimos a “sonido agudos”, pues aplicamos al campo sensorial del oído un adjetivo que pertenece al tacto.
En realidad, la sinestesia es una respuesta del lenguaje a nuestra complejidad sensorial, porque la percepción de lo que oímos, vemos, olemos, tocamos, gustamos, es siempre confusa. La sinestesia no es sólo un recurso del lenguaje, sino un respuesta fisiológica (según el diccionario: la sensación percibida a través de un sentido cuando se ha estimulado otro.
Ejercicio
Lista de sinestesia uniendo un sustantivo a un adjetivo.
Tacto + visto= La suavidad blanca de la luna
Gusto + olfato= El agrio olor de las tabernas
Gusto + Vista=
Olfato + tacto=
Oído + gusto=
Gusto + tacto=

LECTURAS RECOMENDADAS
Una historia natural de los sentidos (Diane Ackerman)
Bajo el sol Jaguar (Italo Calvino)
El amante (Marguerite Duras)
El perfume historia de un asesino (Patrick Süskind)

PROPUESTA DE EJERCICIO
Recolectar unas cuantas cosas:
Para el gusto: alimentos salados, dulces, ácidos y amargos.
Para el tacto: materiales que contemplen todo el espectro de texturas, desde la suavidad de la lana o del algodón hasta la aspereza del papel lija.
Para el olfato: naranjas, limones, canela en rama, amoniaco, perfume
Para el oído: música, un grifo abierto, ruido de coches, o de gente que pasa por la calle
Después con los ojos cerrados, oler, saborear, tocar oír cada objeto, intentar transmitir con palabras por medio de imágenes, comparaciones y metáforas.
De entre todos ellos, elegir las que evoquen de forma más precisa esas sensaciones. Para terminar describir un espacio en el que se incluyen las imágenes elegidas. El texto no tiene porqué ser largo, pero sí debe estar sensorialmente vivo.




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